Soy un puto ironman, crónica de Javi

Si señoras y señores, perdonen la palabra pero… ¡Soy un puto Ironman! La verdad, que no sé por dónde empezar, así que empezaré por decir que lo he conseguido, que terminé, que me llevó casi 14 horas pero que logré hacerlo y que me resultó aún más complicado de lo que pensaba que iba a ser.

Como momento de partida tomaré el día anterior, y lo llamaré, “el día de flipar”, flipé al ir a la T2 a colocar las zapas y ver la carpa, flipé al ver 2000 bicicletas perfectamente colocadas, a cada cual mejor y más cara, flipé al ver lo lejos que hay que colocar las boyas para nadar 4 kilómetros y me marché para casa más preocupado que contento.

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Al llegar a la casa, cena tensa, cada uno lleva los nervios a su manera pero durante la cena mucha concentración y muy pocas risas, cenamos todos juntos y a madrugar, a las 5 de la mañana en pie para marchar hacia el lago. El día de la competición amaneció nublado y el lago con la temperatura ideal.

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Salgo a nadar de los últimos, siendo consciente de mi nivel, es tontería hacerlo de otra manera, dejo pasar a todo el mundo, me quedo atrás y evito golpes, lo voy llevando bien, ambas vueltas, se hace largo pero sin mayores complicaciones, 1:40 es lo que tardo en acabar el primer sector.

P1080080 Al salir del agua ya quedan pocas nubes en el cielo, y el calor empieza a apretar, algo con lo que no contaba, no eché crema solar y me quedan más de 6 horas de bicicleta con el sol apretando. Durante las dos primeras vueltas en bici, consigo coger un buen ritmo, el velocímetro me marca a 29 kms/h y para mi es una media cojonuda, me voy hidratando y comiendo, adelantando gente y con buenas sensaciones. P1080111

Lo peor viene algo antes de empezar la tercera vuelta, a unos 60 Kms de acabar. Se notan muchísimo los kilómetros acumulados y las horas bajo el sol.

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Secuelas del Ironman
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Recuerda echarte crema

Siempre digo que en este grupo nos pasamos con la épica, que no es para tanto porque al fin y al cabo, hacemos lo que queremos y porque nos da la gana, nadie nos obliga. Pero en el ironman, la épica sí que cobra protagonismo y existe una razón inexplicable que hace que los últimos 5 minutos compensen con creces todas las horas de sufrimiento. Digo lo de la épica porque después de 8 horas de competición, me agacho a coger el bidón de agua y me mareo, el sol aprieta y sólo pienso en bajarme de la bici, quiero irme a casa, comer un chuletón y descansar, pero aún me quedan 20 minutos más en la bici que no soy capaz de disfrutar porque voy medio mareado.

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Me bajo de la bici y me pregunto, ¿Un maratón ahora?, llevas 8 horas y media y te queda un puñetero maratón. Me meto en la carpa a hacer la transición, si fuera estamos a 32 grados, en la carpa debe hacer 50, no era capaz de respirar, me cambio totalmente de ropa, aunque sea sólo por intentar cambiar las sensaciones, me echo agua por encima, como, bebo y arranco.

Arrancar en ese momento, a correr el maratón después de la bici no sé ni siquiera como describirlo, parezco un zombi deambulando por Vitoria. Hago los dos primeros kilómetros y necesito pararme a caminar un poco, refrescarme y pensar, me quedan 40, no voy a poder con esto, de repente cuando peor estoy, pensando en parar, escucho a mi cuñada gritarme “¡Vamos Javi que tú puedes!” y mientras escuchaba eso pensaba “Esta gente se ha hecho 700 kilómetros para venir a verte entrar en meta, no te puedes parar”, si me hubiese gritado “¡Déjalo tío, ya has sufrido bastante!” seguro que ahora estaba escribiendo otra historia diferente. Pero no fue así. Conseguí encontrarme algo mejor con el paso de los kilómetros, bebiendo bastante, echándome agua en cada avituallamiento e ir acercándome al final.

P1080195 Aquí hay un momento que me cuadra de lujo y es que cuando voy a empezar mi segunda vuelta, coincide que mi hermano está a 300 metros de llegar a meta, con lo que puedo pararme a abrazarlo, felicitarlo y seguir con el trote cochinero.

Subidón cada vez que pasaba por delante de los míos, que suponían un impulso cada vez que estaba cerca de ellos, Montse corrió a mi lado unos metros de cada vuelta, hasta que nos llamaron la atención y nos dijeron que no me podía acompañar, pero nunca olvidaré la forma de apoyarme desde el primer minuto de ese fin de semana.

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Sigo corriendo acompañado a ratos por Carlos y Rope que me llevan una vuelta y ahí es cuando empiezo a pensar que llego si o si, hasta ese momento no estaba nada convencido. Un par de kilómetros antes del medio maratón me pasa Cuqui, que va a entrar en meta, ya lo veo medio emocionado y contento.

A partir de aquí el panorama se vuelve bastante complicado, gente tumbada estirando, gente caminando, gente vomitando, pero, si fuese fácil, no sería un ironman. Seguimos y llego a la última vuelta, cada vez lo de correr se hace más complicado pero tengo la suerte de encontrarme con Ibon, un chico de Bilbao con el que pude venir distraído, hablando de futbol y de triatlón sobre todo, la última vuelta que iba a ser un infierno, resultó mucho más llevadera así.Unos metros antes de llegar le digo, entra tu primero que yo me voy a parar a saludar.

Ahí empezó mi momento, creo que nunca antes había entrado tan contento en una línea de meta, diría que si la felicidad se puede medir en metros, fueron de los metros más felices de mi vida. Feliz por conseguir acabar lo que me había propuesto 8 meses atrás, pero sobre todo feliz por no fallarle a la gente que había estado pendiente de mi todo ese día, por sentir que había gente orgullosa de lo que había logrado.

Hay cosas que no tienen precio, que tres enanos de 1, 3 y 4 años aguanten un día entero por animarnos a todos es una de ellas. Cuando sean un poco mayores les explicaré de nuevo las distancias que le hemos metido al cuerpo y que gracias en parte a ellos, conseguí terminar.

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La cara de mi padre al entrar en meta, con una sonrisa de felicidad absoluta que aún no sé si era de orgullo o de alivio, supongo que una mezcla de las dos cosas.

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Mi madre al acabar la prueba que me dice “no nos gusta nada que hagas estas cosas”.

Mi hermano, abrazarlo antes de llegar y al acabar, con cara de felicidad.

Montse, no sé ni que decir, es genial saber que a pesar de que el camino ha sido complicado, lo has disfrutado y te has podido sentir orgullosa, gracias…

Todo el puñetero grupo de Vigo esperando en línea de meta, martilleando la valla de publicidad haciendo que se me pusieran los pelos de punta.

Lo escribo y todavía lo saboreo, ¡JODER! Qué alivio, que alegría y que felicidad.

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No todos los días puede tener uno esa sensación, pero la gente que estaba allí animando, los que lo siguieron desde casa, los que son importantes pero no estaban allí, los que querían estar y no pudieron, absolutamente a todos, muchísimas gracias por ayudar de una u otra manera a que un tío como yo, haya sido capaz de hacer algo tan complicado como terminar un ironman.

Aprovecho para animar a Alberto Tombo, quizá sea de los que menos conozco del grupo que íbamos de Vigo pero siempre sonriendo y animando, incluso en Vitoria después de encontrarte fatal no faltaron tus gritos de ánimo. Un crack y un superclase, no has tenido tu día pero tienes talento y ganas, sólo hay que seguir y llegará lo que te propongas, lo tienes más que merecido.

Como dice mi hermano, si yo puedo, cualquiera puede, si alguien se plantea un reto así, que sepa que le tocará entrenar a horas intempestivas y meterse auténticas palizas durante meses pero sólo haciéndolo sabrás si el camino ha merecido la pena, a mí no me cabe ninguna duda, repetiría de nuevo estos meses, viviría de nuevo el reto acompañado de esta gente que son todos diferentes y todos inmensos y de los que he podido aprender cada día.

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Vitoria ha sido un infierno, pero lo repetiría con los ojos cerrados.

Ahora seguiremos planteando nuevos retos, yo, ya tengo ganas de que llegue el siguiente.

4 comentarios en “Soy un puto ironman, crónica de Javi

  1. Eres un puto IRONMAN y en mayúsculas!! Ya cuando me lo dijo mi madre flipé y sentí envidia, ahora leyéndolo con tus palabras se me ponen los pelos como escarpias!!!jeje enhorabuena y a seguir así!

    Un abrazo muy fuerte Javi

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